Durante casi cuatro años como representante independiente de Rena Ware he visto algo que se repite una y otra vez: la mayoría de personas solo se preocupa por la calidad de sus utensilios de cocina cuando ya es tarde. Cambian sus ollas cuando un médico les advierte que deben evitar el aluminio, o cuando un familiar cae enfermo y toca “mejorar la alimentación”. Y aun así, muchos siguen sin entender que los utensilios de acero inoxidable para cocinar no son un lujo: son parte directa de la salud del cuerpo.
Este texto no es sobre ventas. Es una confesión profesional. Lo que aprendí entrando a las cocinas de cientos de familias —jóvenes, mayores, con recursos o ajustados— y lo que nunca pensé que vería tan claro: somos lo que comemos, pero también somos lo que cocinamos.
Confesión 1: La mayoría cambia sus ollas cuando ya está enferma
En Perú, una enorme cantidad de clientes que buscan ollas de acero inoxidable son personas mayores. Muchas llegan recomendadas por médicos, especialmente cuando un familiar está en un estado de salud delicado.
En esos momentos, de pronto todo cambia: lo que antes parecía “una olla más” se vuelve urgente. El aluminio queda fuera. El teflón gastado, también. “Queremos lo más saludable”, me dicen, siempre tarde.
Después de ver decenas de casos así, comprendí que la alimentación no empieza en el plato. Empieza en la olla.
Confesión 2: Gama alta en la sala, gama baja en la cocina

He entrado a casas donde hay televisores 4K, celulares de último modelo y equipos de sonido impecables…
Pero en la cocina encuentro ollas de aluminio deformadas, sartenes rayados que liberan residuos y utensilios que claramente llevan años dañándose.
Cuando demuestro cómo cocina una olla de acero inoxidable, muchas personas se sorprenden. Pero no compran. Y meses después vuelven porque el médico les pidió cambiar todos los utensilios.
El patrón es claro: se valora más lo externo que lo que entra al cuerpo.
Lección 1: Tu cuerpo es como un Lego —y cada ingrediente añade una pieza
Una analogía sencilla: imagina tu cuerpo como una construcción de Lego. Cada comida añade piezas.
Si las piezas son de calidad —alimentos frescos, cocinados sin tóxicos, en utensilios que no liberan metales— tu construcción es sólida.
Si las piezas son baratas, se queman, se deforman o llevan químicos… tu cuerpo termina ensamblando piezas débiles.
No te enfermas “de un día para otro”. Te enfermas de años en años. Y los utensilios influyen más de lo que imaginamos.
Lección 2: La técnica de cocción importa tanto como el alimento
Un ejemplo sencillo: si hierves el brócoli en demasiada agua y luego la botas, estás tirando los nutrientes por el desagüe. Te queda un vegetal triste, seco y casi sin beneficios.
Eso mismo ocurre con decenas de alimentos si los cocinas en utensilios que:
- requieren demasiada agua,
- no distribuyen bien el calor,
- o están hechos de materiales que reaccionan con los alimentos.
Una olla de aluminio no te enferma el primer día. Pero la exposición constante, durante años, sí tiene consecuencias. Especialmente si el aluminio está rayado o gastado.
Lección 3: Invertir en salud no debería ser un acto desesperado
Si revisas tu cocina ahora mismo, ¿qué verías?
¿Una olla barata? ¿Un sartén que ya perdió la capa antiadherente? ¿Un aluminio abollado?
Solemos invertir sin dudar en teléfonos, pantallas y gadgets… pero dudamos cuando una olla cuesta más.
La verdad es simple: la olla forma parte de tu cuerpo más que tu celular. Lo que cocines allí terminará en tu organismo todos los días.
Los utensilios de acero inoxidable para cocinar no son un lujo, son una inversión en longevidad.
Lección 4: El agua también construye tu salud
Además de la comida, el agua es el otro gran “ingrediente” diario. Y muchas personas en Perú no toman agua pura: toman agua con microplásticos, cloro o sedimentos de tuberías antiguas.
No tienes que comprar un filtro de gama alta para mejorar tu salud, pero sí debes tener un filtro bien mantenido.
Muchos filtros requieren cambio de cartucho cada seis meses, y mucha gente no lo hace.
Si optas por un filtro más avanzado, infórmate bien antes. La calidad del agua es tan importante como la calidad de los alimentos.
Lección 5: Lo barato en comida casi siempre tiene truco
También he aprendido que no solo importa cómo cocinas, sino qué compras:
- Un buen yogur real debería tener tres ingredientes: leche, cultivos y nada más.
- Una verdadera cerveza: agua, levadura, cebada malteada y lúpulo.
- Un buen vino: solo uva fermentada.
Las versiones baratas suelen añadir químicos, conservantes y estabilizantes que no están allí para ayudarte, sino para que el producto “no se dañe” o para que le rinda más el negocio ofreciendo la alternativa barata.
Si un químico evita que las bacterias vivan allí… imagina qué hace en tus células con consumo constante a lo largo de los años.
No esperes a enfermarte para darle calidad a tu cuerpo
Si algo aprendí en estos cuatro años visitando familias es esto:
- La salud no empieza en el hospital, empieza en la cocina.
- Revisa tus ollas.
- Revisa tu agua.
- Revisa lo que compras, lee la etiqueta.
- No esperes a que un médico te diga que cambies todo.
- Tu cuerpo merece calidad ahora, en tu juventud, cuando puedes decidir con libertad.
Tienes el poder de elegir qué entra en tu organismo. Que no sea un pensamiento tardío.




